jueves, 3 de septiembre de 2009

Utilitarismo periodístico


Por Lissette Rojas

La profesión de periodista está llena de dilemas éticos. Hay verdades que, de publicarse, harían más mal que bien.
Pero ¿debo yo como periodista guardarme esas informaciones? A veces. Sí. Puede sonar decepcionante, sin embargo es así en la práctica.

Pongamos un ejemplo: un reconocido político tiene fama de corrupto en la sociedad, pero nadie tiene forma de probarlo. Un día a manos del periodista llegan las pruebas de que el delincuente está destinando fondos, ajenos y del Estado, a la construcción de fuentes de empleo, escuelas, hospitales y centros deportivos en una comunidad antes olvidada, su pueblo natal podría ser. (De paso se enriquece).

El dilema del periodista se centra en dos puntos: puede denunciar el hecho, encarar al corrupto, mandarlo directo a la cárcel y ganarse un Pulitzer; o puede callarse, esperar a que se construyan las escuela y el hospital antes de publicarlo...si es que un día lo hace público.

Una visión utilitarista del problema nos lleva al enunciado: "el mayor bien para el mayor número de personas".

En este punto podemos decir -como Diego Gracia[1] en el terreno de la bioética- que “para que una acción pueda considerarse moralmente correcta, tiene que ser universalizable, de modo que no vaya contra el respeto debido a todas y cada una de las personas (…) para que las decisiones concretas puedan considerarse responsables y buenas, han de tener en cuenta las condiciones particulares de los hechos y evaluar las consecuencias que posiblemente derivará de ellos”.

En conclusión, cada circunstancia es tan particular que sería imposible escribir normas para cada caso. En la tesis de grado que aún no publico, llegué a la conclusión de que, dada la multiplicidad de interrogantes éticas que se le presentan a un profesional -que no caben ni pueden ser contenidas en código alguno-, habría que combinar los mínimos éticos con una sabiduría práctica que tienda al bien, a lo bueno, en el ejercicio profesional del periodista, porque sobre la marcha se presentan nuevas situaciones que no están contempladas ni previstas en ninguna declaración de intenciones de los gremios.

Todo esto es para decir que no creo cien por ciento en los códigos deontológicos en periodismo. No creo en las normas como trajes de sastre, porque el periodismo no es una ciencia exacta que se rija por un manual, como nos han querido hacer creer.

[1] Gracia, Diego, Ecología y Bioética.

2. La obra que ilustra este texto es un Caravaggio