lunes, 13 de julio de 2009

Mensaje en la mirada de un niño con hambre


Por Lissette Rojas. Foto: Alejandra Aguilar

Si fuiste a la Carretera Internacional sin algo para dar, es probable que te lamentes por mucho tiempo. Es probable que la mirada de un niño se te estampe en los sueños. Es probable que la próxima vez que pongas los pies bajo una mesa te encuentres sin apetito.

“Yo con tanto y esos niños sin nada”, te dirás a ti mismo aun si en el lado dominicano no llegas ni a clase media, aun si eres sueldo mínimo o mendigas en la esquina de la Duarte con París. Porque aquello hay que verlo para creerlo: ¡tanta pobreza a la vuelta de la esquina!

Dicen que es un trago amargo verles correr tras los vehículos. Su clamor duele en el pecho y, sus manos, mariposas nerviosas, se quedan revoloteando en la mente de quien los mira por primera vez.

En las aldeas haitianas -tú puedes ser testigo- los niños y las mujeres descienden de las lomas a pedir ayuda a los carros que pasan. Hay que ponerse en la piel de esas gentes para saber qué tipo de desesperación los alienta a salir corriendo detrás de un vehículo para pedir algo de comer.
“Comida solo por un día, eso no sirve”, dicen los racionales y vuelven a los libros. “Démosles alimentos por hoy y alentemos a los demás a venir”, dicen los sentimentales y vuelven a tejer planes.

Sería mejor, ya verás, deponer las armas de los desacuerdos. Mientras llega el esperado proyecto autosostenible que los saque de la pobreza, es bueno que las personas que pasen por la carretera lleven y repartan comida que no precise de preparación, como salami, panes, leche, jugos y chocolate.

En las comunidades, las mujeres que reciben algo nunca se olvidan de dar las gracias. Te sonríen mientras suben la loma con su funda sobre la cabeza y su niño en la cintura.

En lugar de discusiones teóricas e indisolubles, más valdría ir a apoyar y defender del hambre a estos pequeños, que se aparecen en los alrededores de las comunidades de la margen haitiana de la Carretera Internacional, cuyos 47 kilómetros están repletos de penurias.

Cuatro de ellos son los niños de la polémica fotografía. Era de mañanita cuando ustedes los volvieron a ver. Esta vez estaban medio vestidos, pero en sus ojos continuaba la misma urgencia que les descubrieron hace un mes.

¡Los niños desnudos de la Carretera Internacional siguen en la misma situación de “vulnerabilidad” que cuando salió el reportaje del semanario Clave!

Un mes después, nada habíamos hecho -hasta el sábado- los que apoyamos publicar la imagen tal cual, es decir desnudos como ustedes los vieron pidiendo; tampoco han hecho nada los que se alarmaron, escribieron cartas y rasgaron las vestiduras porque la foto publicada iba contra la dignidad de la persona.

Carretera Internacional, ese tramo olvidado que no puedes cruzar a menos que solicites un salvoconducto en la fortaleza militar de Pedro Santana. Carretera Internacional que abre a las ocho de la mañana y cierra a la seis de la tarde, el tiempo justo para hacer el bien.

Carretera Internacional, ese tramo nostálgico de amigos fieles, donde unos niños hambrientos te dicen: “Merci, merci”. Y cuando te vas, te miran desde la cuesta y te hacen un gesto de adiós con las manos, un gesto que te dice: “Gracias amig@, ve y dile al mundo lo que está pasando aquí. Ve y dile al mundo que lo necesito”.