viernes, 20 de febrero de 2009

La nada cotidiana 2. Diario de una periodista que se frustró*

En este país no hay una calle decente, una calle donde uno pueda caminar sin tener que mirar todo el tiempo para abajo por temor a encontrarse un hoyo.

La observación me la hizo Ezequiel Abiú que me vio caminado por la Tiradentes "como quien se desplaza por la Quinta Avenida". Me dijo que le mencionara una y no recordé ninguna.

Aquí las irregularidades del terreno, los huecos, las aceras robadas a los peatones, hacen que uno camine con miedo. Además, pocas calles conservan su estética, su funcionalidad. Si no me creen, miren la Lope de Vega después de la San Cristobal en dirección norte.

Allí uno tiene que tirarse a la calle, a riesgo de que lo atropellen, porque los carros están parqueados en los esqueletos de las aceras. Aquí cualquier vendedor te roba tu legítimo derecho a caminar por un lugar seguro. Como dice Manuel Vicent, nadie es alguien.

*Me cuentan. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.